Anoche
estuve contigo, madre.
Te miré,
como tantas otras noches,
con la
especial atención de mis sentidos
y mi
gratitud abierta.
Y noté
en ti, surgiendo llanamente,
un amor
especial
que
calaba mi ser acompañado.
Y vi, en
la quietud del tiempo andado
por tu
rostro anciano,
recientes
signos de comprensión
y
tolerancia por tu hijo, hombre-niño
o
niño-hombre, en tu corazón de siempre.
Y como
antes lo viviera
ante la
muerte cercana de mi padre,
advertí
en ti -en velado mensaje-
un
querer partir del modo más materno,
con tu
mejor entrega y derrochando
lo que
yo deseaba de ti.
Y
después, a pedido de alguien,
te llevé
una rosa.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario