Mi mundo
estaba entre dos
puntos:
una casa de ciudad
y una de campo.
Y siguió siendo así
cuando fui grande.
Tenía cajones
escondidos
donde ocultaba
secretos,
secretos tan
imaginarios
como lo eran los
cajones.
Y vivía en la ciudad
o en el campo
llevando siempre mis
cajones
cargados de lo
inexistente.
Pero yo sabía,
entre ciudad y campo,
entre ciudad y campo,
que la vida estaba
fuera
de esos cajones
vacíos
y que mi evasión en
el refugio
-de imaginaria
plenitud-
estallaría un día.
Y al paso de los años
-después del estallido-
viviendo siempre
entre ciudad y campo,
pero sin cajones
almacenando
irrealidades locas,
pude saber que toda
esa locura
era tan real y tan
palpable
como un dogma de
luz.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
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