¿Qué
podría yo decir del Niño
que
entre astros, reyes y pastores,
tocó
Belén en el inicio?
¿Qué
podría yo cantarle,
después
de tantos himnos y alabanzas,
sin
quedar desairado ante los cielos?
Si
siendo yo tan nada, nada le dijese
seguiría
siendo nada, mas...
si me
inclino, aun con fe exigua,
acaso me
cautive su ternura,
me
inspire voces de amor
y tal
vez
me deje
llegar a acompañarlo.
Si
mudase en humildad mi ser de roca
-como de
roca humilde fue su cuna-
y no
aspirase a palabras cortesanas
sino al
brote de amor que hoy en mí late,
se
placería de mí, yo lo presiento.
Y desde
esta convicción doblo mi frente
y me
arrimo a decirle despacito, susurrando...
mi Niño,
mi Señor, mi Dios,
desde
esta mi miseria... ¡yo Te amo!
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario