Un roble, de los árboles plantados,
ocupa consentido mis retinas.
Se yergue estirando sus ramas, sin complejos,
con el desparpajo de saberse amado.
Sus hojas rojizas, en tenue parpadeo,
juegan con las luces y sombras del otoño
con el viento cómplice que sopla y el sol,
de rojo intenso, que se arroja tras el cerro.
Sus sombras cobijaron mis horas compartidas
y mis horas solitarias, también sombras.
Y la firmeza de su noble madera me proyecta
a la misma vida que en él... velé por años.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires", 2008
Comunión perfecta entre hombre y naturaleza se proyecta en este poema encantador.
ResponderBorrarComunión perfecta entre hombre y naturaleza se proyecta en este poema encantador.
ResponderBorrarGrato comentario que te agradezco, Marimar.
ResponderBorrarDe niuevo aca quiero preguntarte - pues no se si todos llegan - si marimar20000@yahoo.com.ar sigue siendo tu correo pues te envié algo importante para mí y el correo ni me fue devuelto por direccion incorresta ni tuvo respuesta de tu parte.
Todo mi afecto.