Paravachasca
y su tarde
se
ajustan a sí mismos,
obsequiándose
presencias
en mutua
complacencia...
Y yo
descanso en ellas.
Así,
dilatando horas,
la nueva
despedida
hizo una
pausa en la tarde
para
ignorar la noche...
Y dejar
tiempo a mi ensueño.
Mas el
péndulo da espacios
para que
lleguen las sombras
a cubrir
Paravachasca
en
indecible romance...
Ya soy
luz en mis noches.
La
vigilia orbital partirá siempre
al llegar
el día, amante eterno,
dueño
innato de la vida
resumida
en bosques.
Allí
viviré, tal vez, algún día
mis
tardes, mis días y mis noches
para que
mueran en mis manos...
así,
lentamente.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
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