Me sujeta un lamento
obstinado,
que no es mío,
pero que ha
irrumpido repentinamente.
Sentado en la vieja
silla
me siento atado a un
pasado extinto,
viendo que las horas
se suicidan.
La tarde quiere
esperarme despierta
a pesar del ritmo
apresurado
que le imprime el
tiempo,
para ayudarme a
entender
lo que es distinto.
Tal vez el corazón
habla muy bajo
y no lo escucho, por eso
y no lo escucho, por eso
no puedo descifrar
el enigma.
Pero llega la noche y se
lleva todo:
el lamento, las
horas, el misterio.
Hay cierta paz si no
lo siento,
sin el frío
incandescente que transmite
orientado a
purificar la rosa.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario