El misterio de amarse sólo puede
explicarse en lo divino,
en el deleite vivido y el ardor
del proyecto compartido.
En silencio los cuerpos
se exploran y se avienen
en la protección de una penumbra
en la protección de una penumbra
encubridora y cómplice.
La piel se estremece
al contacto amado
y corren por los cuerpos
las estrofas
que cantan al misterio.
Hay una pausa
entre palabra y beso
-saliendo del abismo-
con todo el ser sintiendo
el amor en presente,
sin límites ambiguos.
Y después, despiertos,
sin haber dormido
y tras la bondad de lo vivido,
una playa amanecida
los recibe
con los pies descalzos.
Publicado en mi libro "De sentires y sentires". 2008
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