A mi hermano Gustavo José y Candu.
Saben de mi especial afecto.
A Ramiro Novillo y Magui,
Edgard Ferreyra y Grace,
Abel Granillo y Raquel.
Amigos con estirpe de amigos.
A mis nietos María
Victoria, Candelaria, Josefina
y especialmente a Joaquín, Lucía y Milagros,
últimos en nacer.
Y a los que van a venir
porque también los amo.
A mis hijos, siempre.
Coty y Juan Manuel,
Charly y Tati,
Beli y Diego,
Sofi
y al Gordo.
Quiero también dejar mi reconocimiento a quienes quedaron en mis poemas,
a quienes me quieren, a los que con sólo ser, me ayudaron a vivir, a los que me hicieron
feliz, a los que me contuvieron, a los que me consolaron, a los que no me
faltaron nunca, a los que confiaron, a los que creyeron, a los que no
necesitaron que explicara nada, y que por todo eso tendrán mi gratitud y afecto
indefinidamente. Porque además, nada me pidieron ni esperaron nada de mí... sólo estuvieron
cuando tuvieron que estar.
A manera de prólogo:
LA POESÍA
Y fue a esa edad... Llegó la poesía a buscarme.
No sé, no sé de dónde salió,
de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.
Yo no sabía qué decir, mi boca no sabía nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando aquella quemadura,
Y fue a esa edad... Llegó la poesía a buscarme.
No sé, no sé de dónde salió,
de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.
Yo no sabía qué decir, mi boca no sabía nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo, pura tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto el cielo desgranado
y abierto, planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.
Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío constelado,
a semejanza, a imagen del misterio,
me sentí parte pura del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.
vaga, sin cuerpo, pura tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto el cielo desgranado
y abierto, planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.
Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío constelado,
a semejanza, a imagen del misterio,
me sentí parte pura del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.
Pablo Neruda
Quién pudiera, como Neruda, mostrar los
sentires tal cual se sienten, con esa belleza y plenitud. Forma tan exacta de
expresar lo que nace del alma, dejando que otros lo sientan como un sentimiento
propio.
Salvando distancias y perdiendo respetos, me
animo a identificarme con esa forma de sentir los comienzos, de explicarme
porqué y cómo fue que llegué a escribir. Sentir en mí, como el gran poeta, que
la poesía me tocó un día sin que yo la buscara... que me tocó y me miró con
tolerancia. También me fui haciendo solo, pero con una guía invalorable: mi
hermana Marta Elena. Y sentí que la poesía me dejó volar por espacios jamás
pensados y advertir que “yo, mínimo ser”, verdaderamente mínimo en mi
caso y no en el del poeta, pude llegar a sentirme en ella, parte del universo,
de abismos y de vientos. Sólo en eso podría compararme con Pablo Neruda a quien
rindo acá mi homenaje y canto mi admiración por él.
Y quiero compartir con poetas y lectores
(también poetas) ese estado del corazón capaz de sentir en poesía cada momento
de la vida.
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